Runilda Palma, la primera enfermera auxiliar en Villa La Angostura

Runilda Palma junto a Margarita Cárdenas y Mirta Martínez posando en Bahía Brava - colección Cárdenas

“Runi” como cariñosamente la conocen, forma parte de la gran historia de la Salud Pública en Villa la Angostura y parajes cercanos.  Por Gerardo Ghioldi para Archivos del Sur.

 

Nació el 29 de mayo de 1942, acá en Villa la Angostura. Todos nacimos acá, menos un hijo que nació en Mendoza y otro que nació en Córdoba.

Mis abuelos, no los conocí, porque mi papá… siempre nos tuvo más o menos por este lugar. Acá en Villa la Angostura, en Bariloche. Los abuelos por parte de mi mamá tampoco, porque mi abuela murió en Chile. A mi mamá la trajeron de Chile, chiquita. Y vivieron a Cuyín Manzano. Se llamaba Lidia Irene Baeza.

Foto: Runilda Palma junto a su hija Lidia Céspedes el día de la entrevista – colección Archivos del Sur

Mi papá, Manuel Palma, fue el que trabajó en la cuadrilla que hizo la ruta a Bariloche. Pasaba días y días por ahí enterrado en el barro con el montón de compañeros que en este tiempo de nieve, era feísimo. Sabía llegar con dolores por todos lados. Se iba a… San Martín, a unos baños en Hua Hun. Y ahí más o menos se componía un poco y volvía otra vez a trabajar.

¿Él trabajaba como caminero de Parques?

De Parques sí, pero trabajaba como Capataz de la cuadrilla. Después pasó a la Universidad de Buenos Aires. En Inacayal (U.B.A.) nacieron todos mis otros hermanos.

Foto: Don Manuel Palma junto a Monseñor De Nevares – colección Palma

El día que entró el Dr. Molinero a la escuela 104 en la Villa proponiendo a los alumnos de sexto grado aprender primeros auxilios

De ahí empezamos a ir a la escuela desde la Universidad. Y yo en sexto grado salía de la escuela y me iba a la Villa, a la salita que tienen atrás del Guardaparque. Ahí hicimos un pequeño hospitalito. Era una sala de Primeros Auxilios pero la hicimos con una división para poder internar gente. Teníamos para grandes y para chicos.

No había hospital, no había enfermeros, no había médico. Un día vino a la escuela un médico (a proponernos) y no sé por qué directamente miraba para donde estaba yo y entonces yo le digo… Sí, la verdad que me gustaría aprender a dar inyecciones y hacer todo ese tipo de cosas. Bueno, ahí empecé a ir. Después ya nos cambiamos a la plaza de la Villa. Hoy hay una casa que la pintaron de azul. En esa casa después se hizo un hospitalito más grande. Teníamos para hombres, para chiquitos recién nacidos. Después yo pedí que me llevaran una compañera… que fue Margarita Cárdenas. También (citaron) a Mirta Martínez.

O sea, yo cuando pedí, me llevaron a Margarita porque era mucho trabajo para mi sola. Y después Margarita se enteró de que estaba Mirta que quería entrar y… Bueno, entró, estuvo un tiempo, y después se fue.

Foto: Lidia Irene Baeza y Manuel Palma en Inacayal.  circa 1940 – colección Museo Histórico Regional VLA

Viaje de estudios en la ciudad de Neuquén

En Neuquén vivíamos en la sala de Maternidad, en el hospital que todavía es el mismo hospital de antes.  (Bouquet Roldan)

¿Y cuánto tiempo estuvieron  estudiando?

Eran unos nueve meses, algo así. Fue en 1958 o ´59. Que yo no lo terminé porque la instructora  me agarró entre ojos…bueno, la cosa que me sacó afuera…

¿Era un curso de primeros auxilios? ¿O era más importante?

Más importante. Tanto que… bueno, no aprendí tanto como aprendí acá en la Villa. En la Villa ya  hacíamos hasta análisis de sangre, de orina, de todo un poco. Bueno, allá nos daban (lecciones) por ejemplo, teníamos el cuerpo humano, también le metían la historia de la enfermería.

Foto: Las enfermeras de Villa La Angostura: Margarita Cárdenas, Runilda Palma, y Boyita Fernández junto a Irma Cárdenas

¿Quién fue el doctor que fue ese día a la escuela y la miró cuando tenía 11 años?

El Dr. Molinero. El que me llevó a mi primero, me enseñó a hacer inyecciones, a hacer curaciones, a atender a las personas cuando ya estaban muy graves, mientras que llegué él, porque él no estaba en la salita. Bueno, la verdad es que aprendí ahí prácticamente de todo. Hacer la inyección intravenosa, intramuscular, subcutánea, todo. Y después también aprendí cuando en verano se venían la enfermedad de las diarreas en los chiquitos, más que nada, teníamos que darle el agüita para que no se deshidraten del todo.

Foto: Doña Runilda Palma – colección Palma

¡Para usted fue una vocación su trabajo!

Sí, a mí me gustó de chica porque cuando era más chica, todavía no iba a la Salita ya le curaba la herida a los animales. Y hasta ahora último. Tomándole la presión a las personas cuando lo necesitan. Yo iba a la casa, por ejemplo, de la vecina Angelita Martínez cuando se sentía mal, enseguida me mandaba a llamar.

El Dr. Molinero

Yo lo conocí, así superficialmente, porque casi no estaba con nosotros. Estaba en el apurón, ahí cuando lo llamábamos y después ya salía. Iba  de un lado al otro. Era una persona muy buena, muy simpática. Tenía mucha paciencia conmigo y con mis compañeras también. ¿Por qué? Porque cuando empezamos, por ejemplo, hacer las mezclas de medicamentos, tenía que poner tanto de un medicamento, tanto del otro. Nos preguntaba, ¿Cuánta cantidad tenía que ser de cada medicamento? Por ahí nos retaba un poco y seguíamos. Los nervios que uno se agarra cuando uno empieza a hacer algo. Era muy buena persona.

Foto: Roberto Palavecino junto a Isabel y Eduardo Molinero. circa 1958 – colección Palavecino

¿Salía mucho al campo, a ver a pacientes?, ¿Ya había recorridas  del hospital por la zona rural?

No, en ese tiempo únicamente la atención que había en la salita y nada más. Qué era atrás del Guardaparque. Un lugar muy chiquito. Pero tenía un baño ahí atrás, una piletita, una sala grande que nosotros la dividimos. Después cuando vino, no me acuerdo qué médico fue (Dr. Feliu), qué ya bueno, teníamos  el hospital grande, entonces ahí ya sí empezamos a salir, a hacer las vacunas, a recorrer todo hasta el Rincón por todos lados, para este otro lado hasta Huemul… teníamos que subir a arriba donde están los Quintriqueos. Salíamos en un jeep. Era el doctor Arraiz. En su gestión se arma el Hospital. Ahí fue cuando ya teníamos internados.

Foto: Sala de Primeros Auxilios en la delegación de Parques Nacionales en el puerto Colección Museo Histórico regional VLA

¿Qué recuerda de esos viejos pobladores rurales? ¡Usted los debe haber conocido!

Me  acuerdo. Una vez fui, nos dice el doctor: – Bueno, Runi, dice:- a prepararse porque vamos a ir a hacer la vacunación a la Isla Victoria que había  chicos internado allá, o sea que vivían en una escuela, llevaban chicos de acá también, para allá, por ejemplo, los Chabol, los más grandecitos, aprendieron ahí en la Isla Victoria. Bueno, esa noche nos quedamos ahí, que me acuerdo que andaba un león ( puma), hubo un… zoológico, donde había pavos reales, de todo un poco y se rompió (el cerco) donde los tenían, así que empezaron a andar por afuera. Se tenían que cuidar cuando salían a la noche.

De ahí teníamos que pasar al otro lado del lago, a la Estanzuela. Ahí vivían los Eggers y cuando le avisaron que íbamos… Ah, bueno, que vengan, los vamos a esperar acá, con una asadito. Cuando llegamos allá, este… fue tan gracioso. Uy, pensamos nosotros, un ternerito nuevo, algo así. Bueno, la cosa que lo hicieron y comimos, y cuando nos quisimos acordar, ¿A que no saben qué están comiendo? Los potrillitos recién nacidos. Nos queríamos  morir.  Bueno, la cosa que comimos y de ahí seguimos, toda la costa, hasta llegar a los Martínez, a los Chabol.

Y recuerda alguna otra anécdota cuando iban para la zona de Santa María o de los Quintriqueos, porque eran culturas también diferentes, unos eran italianos, otros eran Mapuche, cada uno con su…

Con su forma de ser, sí, la verdad que conocimos a los… Tanta gente que se me vuelan los apellidos, ahora… Bueno, para aquel lado no me acuerdo mucho. Después para este lado estaban los Guananja, que también para el Rincón… Ay, como que se llamaban… Cui Cui. Estaba don Mateo Cui Cui. Estaban solos los viejitos, metidos en el bosque. (Brazo Rincón). Del  puente del Totoral, por ahí, para adentro estaban metidos ahí entre los árboles. Era una casita muy precaria.  Tenían piso de tierra. Tenían fogón. Era bien rústico. Y ahí estaba todo negro por el humo. Yo no sé cómo vivían tantos años,  esa gente. Bueno, después estaba  Don Valentín, también por allá. Valentín Monsalve con toda su familia. Y los Sobarzos, sí. Quedan muchos también, ¿no? Los Meier, los Colleti que eran un montón más. Sí, vivían allá todos. Después vino la policía que estuvo ahí. Creo que era un Barria, el primer policía que vino, que estaba apostado en la cruzada para del río Correntoso.

¿Tiene alguna anécdota en todo tu trabajo?

Lo que sí trágico era lo que pasaba en Traful, se mataban los hermanos, unos con otros. A uno lo llevaron a la salita allá, que lo tuvieron no sé cuántos días en… creo que en Gendarmería. Y después cuando más o menos se dieron cuenta como había sido, los llevaron a la salita para hacerle la autopsia. Teníamos que sacarle todas las balas que tenía metidas en el cuerpo. Eso sí que fue trágico. Porque estaba bien hacer las inyecciones, hacer curaciones o un parto. Todo eso más o menos pasaba. Pero tener que buscar donde estaba las balas no era tan lindo. Un olor había ya que mis compañeras no aguantaron. Pero bueno, había que hacerlo. Me acuerdo que le sacamos como 10 o 12. No me acuerdo cuántos balazos. Por todos lados tuvimos que abrirlo. Para mí que eso más lo hicieron para ver si aguantábamos. Porque no creo que haya sido tanta la importancia que tenía de sacarle todas las balas  después que estaba cuanto tiempo muerto. Pero bueno.

Foto: Doña Irene Baeza junto a Runi plantando hinojo en la casa de Inacayal – colección Palma

La infancia en Inacayal

Teníamos vacas para ordeñar, caballos, ovejas que había que cuidar. Una vez vino un perro, me las tiró todas para la orilla del lago. ¡Qué manera de sufrir! Porque una vez que se les moja la lana quedan pesadas y si no pueden salir mueren ahí adentro. También había que ordeñar, vender la leche. Mi papá tenía animales y terneros.

¿Ya venían estudiantes a Inacayal en esa época?

No, sabían venir doctores, de vez en cuanto sabían venir los estudiantes pero los que ya estaban por recibirse.

¿Cómo eran las instalaciones?

Primero era el chalet chico que se le llamaba que se quemó desgraciadamente porque era tan lindo. Ahí vivíamos nosotros, verano e invierno.  El chalet grande era el de piedra. Después hicieron el comedor, con la cocina en la cabaña. Al principio iba a ser cabaña normal después le hicieron cocina, comedor y… ya venían a almorzar todos los estudiantes. Después hicieron las cabañas del frente, que me imagino que conoce. Teníamos una casita chica arriba. Y ahí había galpones. El galpón donde guardábamos el pasto. El pasto que cortábamos nosotros y después había que juntar todo. Rastrillar, subirlo al carro, llevarlo al galpón. Después había que pisotear todo eso. Hacer los jardines, hacer la huerta arriba. Había que juntar los animales, meter cada animal en cada lugar. Que ahora ese lugar donde poníamos los animales lo hicieron un comedor.

Foto: Isidro Tito Palma, Osvaldo Palma, Titin e Ika Martínez – Colección Palma

Nosotros cuando se quemó el chalet chico que le llamábamos, nosotros vivíamos ahí en el invierno. ¿Por qué? Porque si dejábamos solo, abrían las persianas y se metían a la casa y se llevaban las frazadas y los colchones. Así que había que estar cuidando todo el tiempo. Ahí aprendí a tirar con el rifle. Empezaban los perros a ladrar y había que salir porque mi papá con su problema en las rodillas andaba mal, tenía que salir yo. Yo tiraba para arriba  cosa que se asusten.

Teníamos pavos, que se escapaban, se iban para la Granja de Hortensia Hensel. En la Granja tenían una quinta enorme. Así que teníamos que estar pendiente que no se metan ahí y hagan lio.

Teníamos una vaca que se metía en la quinta de la escuela, la 104 en la Villa. Era un plato, con los cuernos levantaba la cadena de la tranquera y se metía dentro. Un día me llamaba la directora y me dice:- Mirá Runi lo que ha hecho tu vaca. No es mía le decía yo, será de mi papá, me daba rabia porque teníamos que estar atrás de los animales todo el tiempo. Mi papá decía que por culpa de nosotros que no la habíamos cuidado, no le habíamos enseñado. ¡Sí era más viva la vaca! Terminó cortándole los cuernos y le puso una madera delante. Con la madera delante, todo seguía igual, ja, ja.

¿De cuántos años se fue usted de ahí de la UBA?

Yo tenía… 25 me parece.

 ¿Ahí cuando empieza a viajar a Buenos Aires?

Antes viajé a Buenos Aires, bueno, después volví otra vez al hospital, seguí trabajando en el hospital. Ya sabía más la historia de todo lo que había aprendido en los partos, porque siempre encaré para algunos hospitales para trabajar. Después estuve por Mendoza y Córdoba.

Al final me volví a Villa La Angostura y empecé a trabajar en el Messidor en 1977. Hacía tanto de cocinera como de lavandera como de todo. Pero en realidad mi trabajo era enfermería.

Foto: Los hijos de Runilda: Manuel, Diego, Lidia, Walter, Daniel y Sebastián . Faltan Gladis y Carlos – colección Palma

Cuando se fue Isabel (Martínez de Perón) entre yo y ahí empezaron a venir de todo. Pasando por los del Ejército, por los Gobernadores, los Ministros, el Presidente y cuantas cosas. Yo con el que hablé fue con Menen, cuando se hizo la picadura del… (risas).

Estuve hasta que me jubilé a los 58 años. Pero siempre haciendo el mismo trabajo. Visitando los enfermos. Haciéndole los controles. Haciéndole con la presión. Siempre la misma historia alrededor. Después también lo que ayudé a hacer fue buscar la cantidad de chicos que había cuando quisieron hacer la 341… Y  también hice el censo para los chiquitos para mandarlos al jardín. Y después para la escuela de acá atrás. Y ahora último para el último jardín, sí que no, ya no.

No salí porque empecé con el asunto de la Capilla. Trabajaba con la Capilla para los velorios para… Cuando venían los grupos de chicos que venían a misionar. Trabajaba ahí para terminar un poco más esa Capilla (Las Margaritas). La remamos con algunos vecinos, hacíamos empanadas y vendíamos para cuando había que comprar el cemento, siempre había un porqué para tener que hacer alguna compra.

Ahora a los 81 años, se me ocurre de hacer nada más,  algún tejido, un poquito. Descansar un poco. Vamos a ver hasta cuando me va a dar fuerzas Diosito.

Foto: Runilda Palma junto a su hermana Nora y Mónica – colección Palma

Me quiere contar un poquito más de sus compañeras, las enfermeras

El drama fue que yo con ellas ya no tuve más, porque cuando yo me vine a trabajar otra vez en la UBA. Y ahí fue un empezar a trabajar. También a ayudarles ahí en el Hospital, así que andaba un poco por cada lado. Porque ella  Margarita Cárdenas por ejemplo falleció  al poco tiempo que se vino, de que se recibió vino acá la Villa. Y la otra que era la última compañera que tuve también. Se fue. Se fue a Buenos Aires, no sé dónde. Así que no. No supe más nada. Se llamaba Mirta Martínez.

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