La historia de la estancia Inalco en Villa la Angostura y la Fundación Evita

Don Horacio Bolaños y María Rosa, su compañera de vida en Inalco 2021- colección Archivos del Sur

Compartimos el relato en primera persona de Alberto Bolaños quien, siendo gerente general de la Fundación Eva Perón, visitó esta reconocida propiedad en el verano de 1955, cuando Jorge Antonio era su dueño. Por Archivos del Sur.

 

Gerardo Ghioldi, integrante de Archivos del Sur, recuerda “para fines del 2021 recibimos la visita de Horacio Bolaños y su Sra. María Rosa a la biblioteca popular Osvaldo Bayer de Villa La Angostura”.

“Nos relató el paso de su padre el Teniente Coronel Alberto Bolaños y su familia, siendo don Horacio un adolescente, por la estancia Inalco en el verano de 1955 cuando Jorge Antonio era dueño y Alberto Bolaños era gerente general de la Fundación Eva Perón”.

“Luego de visitar las instalaciones ruinosas a orillas del lago Nahuel Huapi, nos envió este escrito donde relata su paso por Inalco para compartirlo con los angosturenses”.

“Inicialmente el lote 8 fue adquirido por Federico Baratta y el Primo Capraro. Luego pasó por García Merou, juez de la Corte Suprema que construyó la mansión Inalco, después la compra Jorge Antonio y por último el banquero Trozzo”.

Está actualmente abandonada y en ruinas.

Una paradoja de la historia argentina.

Horacio Bolaños acompañó su reseña de Inalco con otros escritos entre ellos rescatamos el día que Evita lo llamó a su padre.

El llamado de la Señora

…A poco de iniciado el año 1951 mi padre recibe un llamado desde la Residencia Presidencial para entrevistarse con “la Señora”. En un informe –que adjunto por considerarlo interesante desde el punto de vista testimonial- Alberto describe en detalle cómo fue su primer encuentro con Evita. Ese primer, prolongado y singular rencuentro marcó de manera especial a Alberto y quedó impresionado por la fuerza, convicción y compromiso de esa mujer con su obra de nivelación de oportunidades.

A partir de ese encuentro fue muy frecuente la convocatoria de Eva a Alberto para consultas de muy diversa índole. Siempre pidiéndole que la acompañara en sus agitados y prolongados días. Fue testigo directo del paulatino deterioro de la salud de ella y su renuencia a dejar de trabajar hasta el límite de sus fuerzas. Fue evidente que Eva le otorgó un lugar de privilegio entre sus colaboradores y asesores. En muchos temas aconsejaba a su ocasional interlocutor: “consúltelo con el mayor Bolaños”. Alberto fue uno de los que Eva convocó hasta pocos días antes del 26 de julio de 1952.

No me cabe duda que, el temperamento, lenguaje y modos poco protocolares de Eva le resultarían incómodos a Alberto, pero ello no impidió que admirara, como dije, su entrega a una obra con la que él también se sentía identificado…

Luego de contextualizar un poco este periodo de la historia argentina pasamos al relato de don Horacio y sus recuerdos de Inalco en aquel lluvioso verano de 1955.

…Ante todo, quiero felicitar, una vez más, al equipo de investigaciones de esta Biblioteca por la labor que realizan para conservar la memoria de Villa Angostura.

Foto: Inalco en 1955 – Colección Bolaños.

Estas líneas tienen como finalidad acercarle algunos retazos de recuerdos de mi paso por la Estancia Inalco, a fines de enero de 1955. Yo tenía trece años y entraba en la adolescencia. Fue una estadía corta, tres días y dos noches.

El motivo de la visita se debió a una invitación del dueño, el empresario Jorge Antonio, a mi padre, en ese entonces, Gerente General de la Fundación Eva Perón.

El empresario le ofreció a mi padre pasar allí las vacaciones familiares previstas en el sur, pero papá era cuidadoso al extremo de no recibir ni parecer recibir favor alguno por parte de un proveedor de la institución. Jorge Antonio proveía vehículos a la Fundación y asistencia en el mantenimiento de los mismos. Es de imaginar las cifras de contratación que eso significarían y por ello, el entonces Teniente Coronel Bolaños sólo aceptó conocer el establecimiento en el menor tiempo posible, si mediaba una invitación especial y que dejara establecido el interés del propietario para ver si de alguna manera, Inalcó podía ayudar a la labor asistencial de la Fundación. Puedo agregar que Jorge Antonio le hizo la invitación delante de Perón para que éste de alguna manera aprobara la visita. Así y todo, como le dije, sólo aceptó estar ese breve lapso.

Tal fue el celo de papá en esos días, que nos reprochó a mi hermano y a mí haber pedido sin su conocimiento una gaseosa después de la cena. Durante las comidas, sólo nos estaba permitido tomar agua.

Precisamente, Jorge Antonio tenía en gran estima a mi padre por no aceptar ningún beneficio personal a causa de su posición. Me cabe la satisfacción de haber sido felicitado muchas veces a lo largo de mi vida por esa conducta de mi padre, incluso por adversarios políticos.

Foto: Alberto Bolaños junto a Juan Domingo Perón (1° a la izq. de Perón) entonando el himno nacional 1954 – Colección Bolaños.

Esta breve introducción la escribo como íntimo homenaje a un comportamiento cívico ejemplar, raramente seguido, especialmente por funcionarios de sus mismas ideas políticas.

Inalco, verano de 1955

En ese tiempo el establecimiento estaba en su esplendor y en plena actividad. Había sido adquirido el año anterior por el empresario Jorge Antonio, quien mantuvo la actividad y costumbres de sus dueños anteriores.

También mantuvo al administrador del establecimiento, el sr.Jeffrey Knapp.

Estos datos los escuché del propio Sr. Knapp, quien era de origen inglés, estaba casado y tenía un hijo de mi edad aproximadamente.

Durante una pequeña recorrida en una moderna lancha alrededor de las islas cercanas al establecimiento y el brazo Última Esperanza, el hijo del administrador nos contó en presencia de su padre que éste había ido a Inglaterra para participar de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, agregó que a su padre no le gustaba hablar de tema.

Foto: El Jeep del comisionado Knapp frente al Municipio – Colección Museo Histórico Regional Villa La Angostura.

Knapp era un hombre reservado, ubicado en su rol de administrador y hoy diría que era activo y muy profesional. Comento estas características pues me resulta bastante difícil aceptar la leyenda de que en Inalco se refugió Hitler. No creo que la custodia de ese personaje hubiera aceptado alojar a su líder en un lugar administrado por un inglés que participó en la Segunda Gran Guerra del siglo XX, del lado de los Aliados.

En la medida que vaya recordando circunstancias de esa visita familiar se las acercaré Lamentablemente mis dos hermanos varones han fallecido y mi hermana mayor, de 86 años recuerda menos cosas que yo.

Como le comenté, a pesar de la lejanía de cualquier centro medianamente abastecido, el establecimiento lucía y se vivía en perfectas condiciones. La estructura es la misma que presenta en la actualidad, no hubo modificaciones edilicias posteriores. El gran salón con vista al lago y las altas montañas de los Andes era sumamente acogedor. Como en aquellos tres días de nuestra permanencia fueron lluviosos, el gran hogar del salón estuvo permanentemente encendido, igual que los hogares de las habitaciones. Estas, estaban todas forradas en seda con detalles diversos según el destino de cada una. La de mi hermana no la recuerdo muy bien, pero creo que tenía motivos florales primaverales; la de mis padres, de un color rosa pálido también con flores, pero en este caso rosas estilizadas al estilo oriental. En que pernoctamos mi hermano mayor y yo era blanco con figuras muy estilizadas en negro. ´No eran motivos infantiles, pero sí más dinámicos y menos solemnes que los otros. Cada habitación tenía su baño completo. De los muebles de estas habitaciones lamento no recordar nada. Toda la casa resultaba acogedora y el leve olor de los hogares daba un aroma especial a todos los ambientes.

Foto: Planta general de la casona de Inalco

El mobiliario del salón principal tenía la impronta de Bustillo, tal como se aprecia en otras obras de él, como los hoteles Llao Llao o Futalaufquen y tantos otros edificios de él en la zona. El salón estaba dividido mobiliariamente en dos. La parte cercana al gran ventanal tenía sillones y una mesa ratona grande.

En la parte posterior había una mesa, pero no recuerdo exactamente para cuántos comensales. No estaba lejana a la entrada principal en el contrafrente. Al costado de esa entrada había una especie de atril con el Libro de Visitas. Sería de enorme valor para ustedes, si se pudieran recuperar ese documento. Allí mi padre dejó asentado nuestro agradecimiento al anfitrión y a quienes nos atendieron. No sé con qué palabras, pero seguro con su envidiable caligrafía.

Al lado del salón descripto se encontraba el comedor diario para seis personas. La vajilla, de la que no recuerdo detalles, mereció comentarios de mis padres dada la calidad y buen gusto de los utensilios.

Debo aclarar que éramos una típica familia de clase media. Si bien mi padre provenía de una familia catalana de buen nivel económico, él era de costumbres austeras y ajustadas a sus ingresos como oficial del Ejército Argentino. Le comento esto para resaltar el impacto que para mí tuvo el ver cómo era una casa lujosa y su vida cotidiana.

Foto: Don Horacio, recordando el pasado de esplendor del interior de Inalco, colección Archivos del Sur

También tengo presente que, frente a la casa, a mitad de camino hasta el lago, había un gran cantero de plantas y flores, que -según comentaron- eran comidas por las noches por una plaga de liebres. Hoy lamento haber participado en una de esas noches de una cacería de liebres que realizaron los peones desde un jeep.

Recuerdo que la esposa de Knapp le comentó a mi madre que ellos tenían la instrucción de los propietarios de tener permanentemente preparada la casa para recibir invitados, aún sin aviso previo, dado que en ese tiempo no había teléfono y los caminos eran precarios A esta señora la recuerdo rubia, creo de ojos claros, más comunicativa y afectuosa que su marido. Además de supervisar el servicio de la casa se ocupaba personalmente de la preparación de las comidas. Un plato que descubrí y que me encantó fue su soufflé de queso, que muy pocas veces he vuelto a comer uno semejante.

Foto: El lago Moreno fotografiado por Bolaños en 1955 – colección Bolaños

Como el tiempo no ayudó, aprovechamos un día para ir hasta San Martín de los Andes y el lago Lolog. Otro, para conocer Villa Traful, muy chico todavía. El Hotel Correntoso todavía era más un refugio de pescadores que un sitio de estadía familiar, de todos modos lo visitamos y me parece que tomamos el té.

En el establecimiento mismo, además del paseo en lancha, un día anduvimos a caballo con el hijo del administrador, pero la lluvia nos hizo volver. En esa oportunidad, como a mi hermano y a mí nos gustaba ensillar los caballos, conocí la caballeriza y el prolijo sector de las monturas. Lamentablemente hoy la peor parte conservada.

Foto: Caminos de Bariloche – colección Bolaños

Los registros fotográficos que tengo son muy pocos y de baja calidad. La poca luz de los días lluviosos de la zona no permitió buenas tomas. Lamentablemente a papá le habían prestado una muy moderna filmadora en color, pero quedó en el hotel de Bariloche donde estábamos alojados.

Después de esa breve estadía en Inalco volvimos a Bariloche por el viejo camino que habíamos llegado y a los pocos días regresamos a Buenos Aires.

Foto: Alud en Tronador – colección Bolaños

Cuando muchos años después, en enero de 1969 regresé a la zona, Inalco era una propiedad privada, pero recuerdo haber visto una foto del Sr. Knapp y su Sra. pero no sé si en un diario o en otro sitio. Ocupaba el puesto de Comisionado en la Villa.

Foto. Inalco nevado 2021 – colección Archivos del Sur

Al ver hoy en día el estado en que se encuentra aquello que fuera un establecimiento modelo de la zona, me parece una triste metáfora de la historia argentina.

Foto: Don Horacio – Archivos del Sur

Lic. Horacio Bolaños

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