El enorme poder curativo que tuvieron las machis que vivieron a orillas del Nahuel Huapi

Una historia tan apasionante como desconocida es el poder curativo que tenían las machis que vivian a orillas del Nahuel Huapi. Transcribimos los testimonios en primera persona de los jesuitas que tuvieron contacto con ellas, entre 1671 y 1717. Escribe Yayo de Mendieta

 

Entre 1671, llegó por primera vez el jesuita Nicolás Mascardi al Nahuel Huapi, y 1717 cuando fue destruida la Misión “Nahuelguapi”, ya estaban los misioneros Juan José Guillelmo y Felipe de Elguea – los tres fueron asesinados y dos de ellos se encuentra aún enterrados en las cercanías de la costa del Nahuel Huapi- quedaron de ellos numerosos escritos de puño y letra (1) que relatan estos encuentros y el increíble poder curativo que tenían las machis, cuyas descendientes aún existen en la costa de la Isla de Chiloé, sobre el Pacífico.

El jesuita Nicolás Mascardi se sorprendió de los preparados que le realizaba la machi que convivía (1671- 1673) con las comunidades Poyas y Puelches – ambas separadas por el “desaguadero”, hoy más conocido como la desembocadura del lago Nahuel Huapi en el río Limay- y escribía “ya pasan de tres años que estoy en esta nueva Misión y en estos tres años Dios me ha ayudado de tal manera –junto con los preparados por las machis- que no he tenido ni un dolor de cabeza, y eso en medio de tantos trabajos y a pesar del hambre.

No es menor la mención de las “piedras bezares” pues éstas eran muy codiciadas por las comunidades indígenas Poyas y Puelches por el poder curativo que las machis aseguraban tener. Esta creencia, tal vez milenaria, se encuentra en dos especies: la “bezoar oriental” que se encuentra en las gacelas de las Indias, la cabra montés, además del puerco espín; y el “bezoar occidental” que se encontraba en la región del Nahuel Huapi por la llama, la vicuña, y el guanaco.

Su nombre, según antiguos escritos, proviene del hebreo de dos palabras: “bel”:señor y “zaar”: veneno, esto es: señor de los venenos o “contra-veneno”.

Las machis que habitaban la región del Nahuel Huapi les atribuían a estas piedras virtudes medicinales verdaderamente maravillosas. Lo llamativo  de esta creencia, es que su poder curativo no era sólo considerado por las comunidades indígenas de nuestra región, sino que existen documentos en Europa que coinciden en esta opinión. Para dar un ejemplo, en 1574 el reconocido médico Nicolás Monárdes (profesional de Sevilla) publicó en un Volumen de tres partes su libro Historia Medicinal de las cosas que se traen de Nuestras Indias occidentales que sirven en Medicina. En esta obra le destinó un extenso capitulo a la piedra “bezoar” explicando sus virtudes y refiriendo historias prodigiosas de las curaciones efectuadas por ella.

No es menos singular el texto que refiere: “aprovecha mucho esta piedra en tristeza i melancolías Su Majestad el Empedrador Carlos V, que sea en gloria, la tomaba muchas veces para este efecto, i así la han tomado i toman muchas personas que tienen tristeza sin causa, porque la quita i hace al que la usa alegre i de buena cara”. El mismo profesional aseguraba que “a muchos he visto harto apretados de congojas i desmayos, i con melancolía, que tomando peso de tres gramos de esta piedra con agua de lengua de buei, han fácilmente sanados”.

La creencia del poder curativo llegó a tal extremo que, en diversos países de Europa “le atribuían tan maravillosas cualidades, que era mui buscado i debía tener un precio exorbitante. Se refiere de un bezoar de puerco espín que un judío de Ámsterdam quería vender por 2.000 escudos”.

Estas “curanderas”  o “hechiceras” –nombres éstos otorgados por los blancos- eran las encargadas de contactarse con el mundo del más allá. A través de sueños y visiones premonitorias, las machis podían saber que habían sido elegidos para ser intermediarios en la comunidad indígena y los espíritus. Sólo entonces recibían los conocimientos necesarios de parte de los machis más viejos. Usando su poder de comunicación con los seres sobrenaturales, el machi expulsaba los espíritus malvados que causaban daño. Por lo general vivían solos y eran muy respetados. En su gran mayoría solían ser mujeres y se dejaban crecer el pelo y las uñas para identificarse exteriormente

En 1712 el padre Felipe de la Laguna tuvo que superar uno de los principales obstáculos cuando quiso sociabilizar con las comunidades Poyas y Puelches al encontrarse con el gran poder de los “machis”, quienes contaban con un fuerte respeto y temor por parte de todas las comunidades indígenas de esta región del “Nahuelguapi” o “Gran lago”.

El mismo jesuita escribió de puño y letra escribió “lo que ha quedado en algunos, aún después de cristianos, es el uso del arte de magia y el enorme poder que se dan algunos viejos y viejas, que son entre los demás respetados y temidos por el bien y el mal que les puedan hacer con sus encantos y uso de preparados, de que viven siempre con gran recelo; y así, cayendo un indio enfermo, luego piensa que le han hecho mal y entra en sospecha de que en tal bebida o comida le dieron las yerbas ponzoñosas para matarle, y los machis, que son los curanderos o médicos, es muy ordinario atribuir a esto el achaque y enfermedad del doliente, haciendo notables demostraciones de esto en las curas que hacen con su yerbas, que son muy eficaces contra venenos y enfermedades, y suelen hacer que a vista de los ojos lo lancen por la boca, en esta o en la otra cosa en que se le dieron, o hacen demostración de sacárselo del estómago, lo cual tengo para mí que muchas veces lo obran también por arte del demonio, porque algunos de estos machis tienen fama y opinión de hechiceros; y todo lo hacen para hacerse temer y respetar de los indios como Dios, y con efecto lo consigue, porque dado que no le amen ni reconozcan por su Creador, le temen como a quien les puede hacer mal, y consiguientemente a éstos sus ministros por la misma causa”

Continúa explicando en su carta “las machis aseguran que tiene trato con su Dios y que le consultan y reciben de él sus oráculos y respuestas; y así suelen amenazar con tempestades, truenos lluvias o secas, y de hecho se suelen ver algunos efectos de estas amenazas, y por esta causa vienen a dar los indios este modo de culto, más de temor que le tienen, que de amor o reconocimiento de alguna deidad que le reconozcan. Aunque estos indios generalmente no adoran ídolos ni les fabrican templos, ni tienen claro conocimiento del verdadero Dios Creador de nuestros cielos y tierra, con todo eso muestran en muchas de sus costumbres que no son ateístas, sino que tiene algún conocimiento, aunque imperfecto y confuso, de alguna deidad que después de esta vida premia y castiga en la otra, a la cual tienen por cierto han de pasar y pasan de la muerte”.

En este complejo panorama, este jesuita, de buenos modales y sonrisa predispuesta cada día, tomó la tarea como un apostolado digno del desafío que ello representaba para convivir y tratar de entrar en confianza para poder intercambiar opiniones y conocimientos con estas legendarias machis,  que habitaron hace más de 350 años a orillas del Nahuel Huapi.

Yayo de Mendieta

De su libro “La Misión Nahuelhuapi 1671-1717”. (2002)

(1) Cartas manuscritas de los misioneros cuyos textos originales se encuentran en el libro de referencia. Fuente: Archivo de la Compañía de Jesús, Roma, Italia, donde el autor estuvo trabajando con los originales por más de un mes.

Villa la Angostura

  • VIDEO CON UN RESUMEN DE ESTA HISTORIA 

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