Huageluen, la “Reina” Poya que gobernó el Nahuel huapi hace más de tres siglos

Era la esposa del cacique pero, por su fuerte carácter y posición dominante, el jesuita Nicolás Mascardi la describió como la líder de esta comunidad indígena.  Fue tomada prisionera por una patrulla española y liberada cuatro años después, gracias al mismo Mascardi, quien al traerla de regreso al “gran Lago” decidió fundar la Misión “Nahuelhuapi”. Escribe Yayo de Mendieta.

El proyecto de establecer una reducción jesuítica en la actual Patagonia Argentina, se consolida a través del vínculo que se crea accidentalmente entre el Padre Nicolás Mascardi y un grupo de indios Poyas – algunos documentos especifican más de treinta, entre hombres y mujeres – que son tomados prisioneros por los españoles en una “maloca”.

La historia de la captura de estos Poyas, entre los cuales se encontraba una indígena principal (cuyo nombre era Huageluen: estrella, pero se hacía llamar Reina por ser la líder de la comunidad) se remonta a 1666 cuando “habiendo ido a la Provincia de Chiloé el General de ella, el Maestre de Campo don Juan Verdugo –como si su apellido calificara su condición- determinó hacer una entrada a tierra enemiga i que está de la otra banda de la cordillera, que es la tierra de los Puelches, presumiendo que estaban rebelados contra las armas de Su Majestad. Envió por cabo de la fracción al Capitán Diego Villaroel como persona experimentada en la guerra, el cual tuvo buena suerte, que apresó alguna gente enemiga a su parecer, i entre ella algunos caciques i personas principales, entre las cuales se cautivó una india nobilísima, que llamaban Reina, la cual había venido en aquella ocasión a ver unos parientes suyos, desde los confines del estrecho de Magallanes, i era de la nación Poya, i mui estimada de los suyos, a quien llamaban la Reina, por ser mujer de un cacique principal”.

El enterarse el jesuita Nicolás Mascardi que en el Fuerte de Calbuco se encontraban presos este grupo de indígenas se preocupó por ellos y comenzó un lento camino, no sólo para lograr su libertad, sino también para acercarles la palabra del Cristianismo: “el celoso apostólico Padre Nicolás Mascardi fue luego a predicar el santo evangelio a aquellos caciques, i demás piezas que se habían apresado por esclavos, i la Reina que con ellos habían cautivado a los cuales convirtió a nuestra santa fe, i los bautizó, acudiéndoles a sus necesidades con grandísima caridad, i la mayor que con ellos usó fue averiguar como en sus tierras estaban de paz, no habían hecho hostilidad ninguna a los españoles, ni dado causa justa para que los maloqueasen, i matasen como esclavos, con que diligenció su libertad, sobre la que hubo diferentes pareceres i duró cuatro años”.

  • La búsqueda de la Ciudad de los Césares

La búsqueda de la misteriosa Ciudad de los Césares representaba todo un desafío para el Padre Nicolás Mascardi, quien también estaba plenamente convencido de la existencia de esta población de españoles.

Fue al lograr la confianza de los poyas encarcelados cuando, en una sorpresiva confesión, la “Reina” Poya le aseguró conocer la ubicación de tal población: “i por todo ese tiempo los favoreció [se refiere al Padre Mascardi] i ayudó gradualmente, doctrinándolos mui despacio en los misterios de nuestra fe, de que se hizo mui capaz la Reina, la cual le dio noticia al Padre Mascardi de la Ciudad de los Cesares, diciéndole que  estaba fundada una ciudad de españoles que, viniendo de Chile en un navío se perdieron en un naufragio, i habían poblado junto a una laguna, dando muchas e individuales señas que confirmaban las noticias que de dicha ciudad había”

Las reiteradas malocas contra los puelches –que merecieron una airada condena pública por parte del jesuita Rosales- mantendrían vigente un fuerte resentimiento, durante los próximos dos siglos, de la Nación Puelche hacia los conquistadores españoles. Se recuerda que en la toma de esclavos los españoles sólo dejaban a los ancianos y a los niños, produciendo la desarticulación de familias enteras y agravando al límite la subsistencia de aquellos que quedaban abandonados a su suerte. Esta inhumana conducta de las autoridades españolas haría muy difícil la tarea de los misioneros en la Misión Nahuelhuapi, como podrá advertir el lector en los futuros relatos que aquí se mencionarán. Sólo para dar una idea de la magnitud de estos ataques españoles podemos afirmar que “el Comandante Alonso de Córdoba i Figueroa realizó, con la debida autorización del Gobernador Juan Henriquez, en cinco años: treinta malocas, capturando más de 14.000 indios, de los cuales se le entregaron casi 800 al propio Gobernador”.

Estas expediciones españolas partían casi todas desde el fuerte de Calbuco, el cual había sido fundado para amparar a los vecinos de la destruida Osorno, y desde donde “aquella milicia entraba a maloquear sólo por el interés de hacer esclavos (…),y también a los indios del Nahuelhuapi, haciéndoles malocas a los puelches y dándoles terribles asaltos”. Según asegura el Padre Machoni los españoles ingresaban a la región del Nahuel Huapi por el Camino de los Vuriloches. Este será el motivo por el cual los puelches siempre tratarán, pese a los intentos del Padre Guillelmo, de que se mantenga oculto por temor a reiniciarse las salvajes malocas.

La región del Nahuelhuapi venía siendo asolada desde 1604 (con la destrucción del poblado de Osorno a manos de los mapuches), cuando en represalia los españoles “maloquearon activamente a los juncos y chauracahuines de la costa y llanos de Osorno, y contra los Poyas del Nahuelhuapi”

En este contexto histórico se hallaba el Padre Nicolás Mascardi, y es fácil imaginar las enormes dificultades que tuvo que superar en esta instancia. Se abocó a la defensa de los indígenas sin descanso. Cuatro años le costó “la victoria con repetidas cartas al Gobernador de Chiloé, al Gobernador de Chile, y al Virrey del Perú. Al fin salió con la suya, pero lejos de dejarlos ir de inmediato, los sacó de las prisiones donde estaban y los llevó a un lugar seguro y cómodo a fin de regresar él mismo en compañía de ellos, a sus tierras”.

Regresando a la esposa del anciano cacique Poya (la Reina), ésta se destacaba en el grupo pues era “una india de mucha autoridad y capacidad, a quien todos los demás respetaban y servían la cual recibió con grande fe y piedad nuestra religión y se hizo muy señora de los misterios de nuestra Santa Fe, recibiendo con grande efecto el santo bautismo. Y doliéndose de ver, que los de su tierra no conociesen a un Dios, mostraba grandes deseos de que el Padre fuese a convertirlos y comunicarles el bien, que a ella le había hecho”.

  • Liberación de la “Reina” Poya y el regreso al Nahuel huapi

Una vez que Mascardi Logró la liberación de la “Reina” Poya y sus acompañantes, partió lentamente la caravana. Al llegar al pie de la cordillera, Mascardi agradeció a su escolta y los invitó a los soldados españoles a regresar: “y se fue sólo con los indios confiado en Dios y puesto en sus manos, muy alegre por no tener que confiar en hombres, sino sólo en Dios”. Mascardi padecía por entonces con una dolencia en uno de sus pies, que lo acompañaría hasta el final de sus días.

En esta oportunidad menciona contento: “Al pasar la cordillera, y venir descalzo por el pedregal y muchas vueltas del Río Peulla, sin que el pie lastimado jamás se me hinchase o dilatase la marcha”.

Sin dudas el Padre Mascardi confiaba en que los dichos de la “Reina” eran ciertos, y que el recibimiento a esta tierra desconocida sería bien visto al llevar consigo los indios liberados.

Sobre su travesía menciona que “al embarcarse en la orilla occidental del lago Todos Los Santos, despachó tres indios para que, adelantándose, comunicaran de su ida con la “Reina” y los indios liberados, y al ir a ascender la Cordillera llegaron tres Puelches enviados por los caciques para ayudar al misionero a subir sus trastos, como él se expresaba después, eso es, sus cosas de uso privado, sobre todo el altar portátil y una estatua de Nuestra Señora”.

A medida que avanzaba en la difícil geografía cordillerana crecía su entusiasmo por llegar al “Gran Lago”. Al llegar al punto más alto del Paso Pérez Rosales lo recibió con sorpresa otro pequeño grupo de Puelches quienes traían consigo frutas y agua fresca para convidar al misionero en gesto de amistad y bienvenida. “Luego que llegué a la cumbre, y empecé a divisar las cordilleras y campañas de esta banda, planté y levanté una cruz, y después de haber rezado al pie de ella con los que venían conmigo, en su lengua, así fieles como infieles, dije en alta voz que, en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tomaba posesión de todas las almas y las restituía a Nuestro Señor Jesucristo que las había redimido con su sangre, y en señal de esta posesión mandé tocar trompeta y disparar dos veces la pieza de campaña que llevaba conmigo, que era un arcabuz. Holgáronse mucho los Puelches con esa ceremonia y les dije que ya el demonio no era dueño de sus tierras, y que, a la vista de esa cruz, iría huyendo muy de prisa”.      

Al mencionar a los “fieles”, se refiere a los indios chonos, ya cristianos, que lo acompañaban.

  • Llegada a la actual península Huemul

Luego continúa con el relato sobre su llegada al Nahuel Huapi. Este sector era el asentamiento natural de los Puelches quienes, como se mencionó, fueron los primeros en tomar conocimiento de su cruce por la cordillera. Sin embargo, se habían agregado no pocos Poyas, cuyo hábitat era la costa opuesta del lago.

El Padre Nicolás Mascardi observa sorprendido que “habían ellos erigido una cruz con muchos arcos, como si fueran antiguos cristianos, y luego que me desembarqué, vinieron a saludarme y dar la bienvenida los Puelches, y entre ellos uno muy viejo que traía por insignia una cruz en las manos, diciendo que era cristiano y que hacía unos 46 años que le habían bautizado en Chile”

Puelches y Poyas, éstos últimos en mayor cantidad, se desvelaron en dar señales de alegría y de regocijo, rodeando al misionero y curioseando entre sus cosas. No podía faltar la chicha aunque el misionero hábilmente se negó a beber de ella “pero les di a entender que yo no usaba beberla por ser de tierras extrañas, y que la daba por recibida. Anduvieron con esa bebida tan cuerdos que, con ser la bebida tan fuerte y abundante, por lo que yo pude ver y saber, ninguno se emborrachó, antes a cada rato venían los Principales Poyas a mi toldo, a saludarme y saber si había menester alguna cosa, y luego a la puesta del sol, antes que se cerrase la noche se retiraban a su descansar y que, al día siguiente, me vendrían a ver. Y así, a la hora de la oración, se interrumpió y cesó la bebida hasta el día siguiente”.

Como no había querido recibir el convite de su bebida, el Padre Mascardi decidió hacerles un agasajo “y fue dispararles de repente tres arcabuzazos mientras estaban bebiendo”.

Mascardi recuerda acerca de esta curiosa anécdota: “Todos se dejaron caer al suelo y derramaron la chicha que tenían en sus manos, y luego que pasó el susto, comenzaron todos a reírse unos de otros, y se levantaron los Caciques principales y me vinieron a agradecer el agasajo que les había hecho, y a contar el suceso y desgracia de su chicha”.

Llamará la atención del lector la referencia del uso de arcabuz por parte de este sacerdote. Según los documentos existentes lo utilizó como “elemento de disuasión al ingresar en tierras hostiles, y por no contar con custodia o guardia española”. En otras ocasiones también lo utilizó para “anunciar su llegada por medio de un tiro de arcabuz entre los indios amigos”. Sin embargo, no volvió a llevarlo consigo en sus peligrosas expediciones por el sur de la Patagonia Argentina. De hecho, al ser atacado por los indígenas en oportunidad de darle muerte, no realizó defensa alguna.

En este sitio permaneció corto tiempo hasta que, ante la insistencia de la “Reina” y sus Poyas, Mascardi se embarcó hacia su destino final, lugar que actualmente conocemos como Península Huemul: “volví a embarcarme y pasé de la parte del sur de la laguna, a la parte de los Poyas”.

Las causas que llevaron al misionero a elegir este lugar para el asentamiento de la Misión, es porque allí tenía su sede la “Reina” Poya. Ella resultaría de gran ayuda para Mascardi y además, el sitio (actual Península Huemul) se encontraba protegido naturalmente contra las posibles incursiones de los indios del poniente, como del oriente, así también los del norte, como los del sur.

La crónica del jesuita expresa: “al día siguiente vinieron con grandes acompañamientos de gente de a caballo, siete principales de los Poyas del sur, que viven arrimados a la cordillera y son los más bárbaros [pensamos que se refiere a los Huillipoyas. Entre ellos vino uno, viejo venerable por sus barbas que traía la nariz agujereada y en ella un escudete muy adornado con chaquiras que tapaba la punta de la nariz, y es cabeza de los Poyas que traen ese adorno, además de los zarcillos que traen los Poyas todos en las orejas y adorno de la cabeza. Traían los caballos muy aderezados, con metal de vasinica y muchos pretales de cascabeles chicos y grandes de los antiguos de España. Y preguntándoles yo de donde habían habido esos cascabeles y demás adornos, dijeron que los habían buscado entre los Poyas que viven el río abajo del Desaguadero, donde sale el sol”.

Causó una buena impresión entre los Poyas que el Padre Mascardi les hablara en su propio idioma “holgáronse mucho en verme y con el agasajo que yo les hice, y recibieron muy bien el parlamento que les hice y más cuando vieron que yo les hablaba en su lengua poya”. 

Nacía de esta manera la Misión “Nahuelhuapi” donde se escribirían increíbles acontecimientos que marcaron la historia de esta región sur de la provincia de Neuquén. durante casi cincuenta años. Pero esto, ya es parte de otra historia…

Yayo de Mendieta

Extractos de su libro “La Misión Nahuelhuapi 1670-1717” (2005)

Villa la Angostura 

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