Este sábado 2 de agosto continua el ciclo de cine etnográfico organizado por el cine club Jorge Preloran.
La cita será a partir de las 20 hs en la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer con un conversatorio sobre la vida y obra del documentalista Jorge Preloran y su influencia en el trabajo del cine club Preloran y Archivos del Sur, todo auspiciado por una picada a la canasta.
En esta ocasión proyectaremos dos películas filmadas a finales de los años ´60.
Por un lado: Quilino filmada en Córdoba bajo la dirección de Preloran y Raymundo Gleyzer.

Cuenta la historia de los habitantes de Quilino, pequeña localidad de Córdoba (Argentina) quienes solían vivir de las artesanías manufacturadas. La gente de Quilino dependía de dos ramales de ferrocarril –uno local, de mañana, y el que iba a Bolivia por la tarde– hasta que el ramal vespertino es cancelado. (FILMAFFINITY)
Filmada en 16mm – 1966 – 16 min – música Leda Valladares

Y a continuación Damacio Caitruz, con una mirada única de las comunidades mapuche en los años 60 en la provincia de Neuquén. El relato de Caitruz fue tan importante que el mismo Gregorio Álvarez lo incluyó en una de las obras fundamentales de la historia del Neuquén.
Narra la vida y costumbres de una comunidad mapuche que habita en el valle del río Ruca- Choroy.
Filmada en 16 mm – 1969 – 46 min

La voz del investigador nos da un tipo de relato. El testimonio de Damasio Caitruz ha sido publicado en otros trabajos y aunque vemos que los compiladores han hecho diferentes recortes, siempre aparece el tema de la “Conquista del Desierto”. En la obra de Gregorio Álvarez hay un artículo centrado en el testimonio de Damasio Caitruz, grabado por el documentalista Jorge Prelorán, allí vemos que la “Conquista del Desierto” fue parte de la vida de su madre, una parte que repercutió para siempre en la vida de su familia y de su pueblo.
“Dice Caitrú que su mamita, la Juana Vera, que en mapuche se llamaba Incao, le contó que había nacido en Azul [localidad de la provincia de Buenos Aires, distante a más de mil kilómetros de Ruca Choroy]. Que era una chica que ya sabía andar a caballo. Cuando la gente aborigen de la zona supo que los “huincas” estaban tomando cautivos a todos los jefes o caciques, de entre ellos uno llamado Queupu hombre “petisito” que usaba grandes aros, encabezó gente y se fueron del Azul.

Llegaron el río Colorado, lo “bandearon” (vadearon) a este lado y vivieron aquí, 4 ó 5 años. Pero los huincas vinieron avanzando hasta donde está el pueblo de Las Lajas, aquí en Neuquén. De ese rincón…los indígenas huyeron de nuevo para el sur, y pasando el río Covunco, llegaron al lago
Aluminé que entonces lo llamaban Huenucó (agua del cielo). Por allí los huincas tomaron a un hermano del cacique Queupu y lo cautivaron conjuntamente con las mujeres que andaban “piñoneando”. De allí los llevaron hasta Trompul en donde la madre tenía un tío que era cacique en Chile y tenía cuatro mujeres. Desde allí pegó la vuelta otra vez y llegó nuevamente a la frontera. Por allí se enlazó el brazo derecho de mi madre con mi padre [se casaron, según nota del autor], quien desde muchacho ya sabía andar a caballo, con “un conocimiento”, nacido en Pilo Lil, acá en la Argentina.

Cuando se quedó en paz nuestra Argentina, esa gente volvió. Así fue la vida de mi madre y de mi padre.
Después de que estuvieron varios años en Chile, cuidando la salud y su vida, como no eran chilenos, volvieron para acá a Ruca Choroy. Y aquí están sepultados en este valle de Ruca Choroy. De ahí entonces, comenzó a levantar, ahí fue porque dejaron todas sus riquezas mi abuelo Juan de Dios Vera, el padre de la mamita mía, porque salió a enterrar la plata y ella se acuerda. La abuelita, la mamá de mi mamá pegó la vuelta cuando quedaron en paz y no encontraron el entierro que está al lado de un molle grande. Había mucho herraje. Así acordaba mi mamita.

Entonces cayó a Chile, pero ya personas grandes, y entonces se juntaron a la entrada, se matrimoniaron con mi padre Cecilio Caitruz, quien viajaba desde abajo, para el lado de Bahía Blanca, Patagones. Ya sabía que por ahí ya estaba mansita la gente. Ya no le hacían nada a la paisanada ni a la indiada tampoco. Ya estaban todos bien, trabajando. Después salieron y llegaron al Pullmarí y allí vinieron a nacer todos los hermanos.”
Naranjas de Hiroshima
- Los esperamos. Entrada libre
Las imágenes pertenecen a Damacio Caitruz, somos gente de la tierra, de Jorge Preloran bajo el auspicio de la secretaria de Cultura de Neuquén y la editorial Pitanguá, Santa Rosa, La Pampa




