En marzo de 1948 comenzaba a operar la firma Taryta con un hidroavión que unía Villa la Angostura con Chile y Bariloche. El 11 de marzo de 1952, Francisco Capraro se tiró del avión en vuelo frente al hotel Correntoso, cerrando una particular historia de esta localidad cordillerana. Escribe Yayo de Mendieta.
Un hecho muy particular para la región fue, cuando a partir de 1947, comenzó a funcionar un servicio progresista para la época, se trataba de la empresa de taxi aéreo “Taryta”, Taxis Aéreos Representaciones y Trabajos Aeronáuticos, de Camilo Pefaure y Baratta.
Para llevar adelante este emprendimiento, los jóvenes empresarios compraron un avión Grumman G-21 A Goose un 29 de noviembre de 1947. La aeronave fue fabricada en Estados Unidos en 1937, su número de serie era 1004, y poseía dos motores Pratt & Whitney R-985-5B con 450 Hp de potencia cada uno, una velocidad crucero de 295 km/h, y una autonomía de casi 90 kilómetros.
Este avión fue matriculado en la Argentina como LV- AFP; tenía una capacidad para seis pasajeros, con 10 kgrs de equipaje como máximo por persona, aunque la empresa aclaraba que ”de no llevar equipaje se puede llevar un pasajero adicional”.
Un experimentado piloto
En marzo de 1948 la firma “Taryta” recibe la autorización para operar servicios no regulares de taxi y turismo. El piloto era el conocido aviador José Luis Pefaure, quien contaba con “más de 4.000 horas de vuelo, 12 años de Instructor en la Escuela de Aviación Naval de la Marina de Guerra y 17 años de actuación en total”, detallaba el folleto de la empresa.
Lo acompañaba como copiloto el mecánico Miguel Recalde quien contaba con una amplia experiencia “de más de 20 años de actuación en la Marina de Guerra y en las Líneas Transatlánticas de Buenos Aires a Londres de la Cía Dodero, y A.L.F.A. a Asunción del Paraguay”.
Excursiones aéreas para los turistas
De esta manera los pasajeros del Hotel Correntoso comenzaron a utilizar este avanzado servicio para realizar diversos viajes, así por ejemplo: un vuelo desde Bariloche hasta el Hotel Correntoso tenía un costo de $ 33 ida y $ 43 ida y vuelta por persona, un paseo aéreo que abarcaba el circuito turístico “Hotel Correntoso, Isla Victoria, Llao Llao, Traful, Valle encantado y Bariloche” tenía un costo de $ 90 por persona y de $ 630 por el avión completo.
Mucho éxito obtuvo este servicio aéreo que ofrecía diversas opciones para volar hasta Chile. Uno de los más utilizados era “Hotel Correntoso- Puyehue” que, por sólo $ 60 por persona, llevaba a los pasajeros hasta este hermoso lugar al otro lado de la cordillera. Por sólo $ 112 también podían acceder hasta Puerto Varas, y por $ 134 hasta la ciudad de Osorno.
Angostura-Buenos Aires en vuelo directo
Distinguidos pasajeros optaban por realizar el viaje “Buenos Aires – Hotel Correntoso” en forma directa por $ 1.110 por persona, ida y vuelta, y en varias oportunidades, familias de renombre, alquilaban el avión completo por $ 6.600, valor muy significativo para la época.En 1950 la Empresa “Taryta” intentó implementar un servicio aéreo regular en la región uniendo los puntos turísticos más representativos, entre ellos, el Hotel Correntoso, pero este emprendimiento fracasó por los altos costos de operatividad.
Finalmente el 18 de julio de 1951, los socios Pefaure y Baratta decidieron vender el avión Grumman a Federico Fuehrer, dándose por concluida esta pintoresca etapa del servicio aéreo con que contaban los huéspedes del Hotel Correntoso.
El hidroavión del Correntoso
Una de las mayores sorpresas que se llevaban los pasajeros del Hotel Correntoso en la década del cincuenta del siglo pasado, era la oferta para volar en un hidroavión, propiedad del mismo dueño del Hotel, y poder observar desde las alturas, la belleza de la región. Esta particular historia de Francisco Capraro, se inicia con la adquisición de un Republic RC3 Sea Bee, conocido popularmente como el “Sea Bee”.
“Una Estanciera con alas”
Teniendo en cuenta un antiguo parámetro aeronáutico que considera que se requieren 50 hp. por pasajero (calculado para un avión de despegue en pista de asfalto o tierra) resultaba exigua su potencia para poder salir “full” de combustible y pasaje.
La carrera de despegue se extendía demasiado, sólo ayudada por la intensidad del viento de frente, que lograba acortar esa carrera, punto crítico de todo hidroavión por el excesivo rozamiento que produce su fuselaje. Este condicionamiento de carga, sumado a su baja relación de planeo -su diseño era muy poco aerodinámico- y su restringida capacidad de maniobra, condicionó su continuidad en el mercado, dejando de fabricarse a los pocos años ante la escasa demanda.
Este avión fue comprado de “0 horas” por Doaida SRL el 17 de abril de 1947 y la empresa argentina lo matriculó bajo las siglas LV-NOV, que lo identificaba como de uso exclusivo particular.
Luego, el 25 de junio de 1949, la firma lo rematriculó para su uso comercial bajo las siglas LV-AGZ.El 15 de enero de 1950, este hidroavión se accidenta en Colonia Elia, provincia de Entre Ríos, pero no sufrió daños de importancia, aunque estuvo inactivo durante varios meses.
Foto: El hidroavión de Francisco Capraro tras ser rescatado al capotar en el Nahuel Huapi, frente a la desembocadura del río Correntoso.
La compra de Francisco Capraro
Francisco Capraro, novel aspirante a Piloto Privado de Avión compró el Sea Bee el 27 de mayo de 1952, fecha en que lo matriculó con las siglas LV-FEZ para uso “particular”, según declaró ante el Registro Nacional de Aeronaves. En realidad el avión, hacía varios meses que era de su propiedad pues el 11 de marzo de 1952, tuvo en accidente frente a la desembocadura del río Correntoso, en diagonal al hotel.
Esta aeronave era volada por el piloto Demetrio Cottescu, quien llegó a ser un aviador muy conocido en la región, siendo, posteriormente Instructor de Vuelo del Aero Club Bariloche. Era quien llevaba a sobrevolar a los turistas que así lo requerían (pocos se animaban) y le daba lecciones de vuelo a Francisco Capraro.
Y aquel día…
Era el mediodía de un día soleado y sin viento, cuando Francisco Capraro estaba realizando un “vuelo solo” pues aún no poseía aún el brevet de la Fuerza Aérea, que luego le daría el Aero Club de San Carlos de Bariloche. Una inesperada rotación de vientos produjo turbulencia, y tras varios intentos frustrados, no logró acuatizar el avión frente al hotel.
Ante la mirada expectante de los huéspedes que estaban en el comedor del hotel, Capraro realizó un último intento, y al acercarse al agua, sorpresivamente abrió la puerta y se arrojó del avión; éste “capotó” violentamente y se hundió en las transparentes aguas del Nahuel Huapi.
Tras ser rescatado de las aguas por Humberto Guerrero y Ramón Gutiérrez, ocasionales testigos del accidente, fue internado en el Hospital de San Carlos de Bariloche donde permaneció más de un mes recuperándose de numerosas contusiones en todo el cuerpo.
Doña Adela Aguad de Capraro fue contundente: ”se terminó la aventura de la aviación”.
Y así fue, por supuesto.
Yayo de Mendieta
Villa la Angostura