Micaela Yarza pasó de ser secretaria en un estudio de Arquitectura en Buenos Aires, a dar un giro de 180° en su vida, y crear con las manos joyerías artesanales en Villa la Angostura. Hoy en día trabaja todo en metal, plata, bronce y alpaca.
Micaela Yarza vivía en la ciudad de Quilmes (Buenos Aires), estudiaba Artes Plásticas y trabajaba en relación de dependencia en un estudio de arquitectura. Con la ilusión de recorrer el Norte argentino, en el 2010 tomó coraje y decidió emprender un nuevo camino que daría un giro de 180°. Hace 12 años “Madre Selva” cobró vida, y al cabo de seis meses logró triplicar su sueldo, renunciar y lanzarse de lleno a la experiencia de crear.
En cuanto a la idea de emprender, le explica a LA ANGOSTURA DIGITAL que “es difícil porque es inestable, pero siento que tengo mucha libertad y que todo es cuestión de intención y energías, si uno está en foco y le pone todo, es muy probable que funcione”.
Y considera que “el tiempo trabajado es para uno, y eso es impagable. Priorizo tener una estructura chica de negocio e ir mejorando cada año. Evolucionar es parte de emprender”.
Tras cuatro años viviendo en Villa la Angostura, continúa trabajando con metal, plata, bronce y alpaca. Sus redes sociales son parte de su gran sostén. Desde su Instagram @m.a.d.r.e.s.e.l.v.a, se dedica a mostrar sus procesos y piezas dentro del taller con la intención de motivar a los otros a que emprendan y creen nuevas ideas.
En su rutina del día a día se enfoca en la realización de piezas de joyería con piedras y calados, pero lo que más le apasiona es hacer objetos decorativos como módulos de lunas y espejos. Además de presentar colecciones mensuales, hace pedidos personalizados como alianzas o regalos que luego envía por correo a todo el país, siendo este su mejor aliado.
En cuanto a la producción de las joyerías, Micaela explica que las piezas generalmente las inicia desde alguna chapa de plata o alambre de diferentes grosores, y señala que en su taller no puede faltar un banco de trabajo, una morsa, una pulidora, martillos, caladora, y lo más importante, un soplete.
“Cada pieza es un desafío. Algunas las hago en serie y más rápido, pero otras me toman más tiempo como los anillos que puedo demorar hasta 3 horas con la misma pieza”. Y cuenta que “siempre me traen la piedra de la abuela, o el dije que se rompió, pero no son trabajos que me guste mucho hacer. Priorizo mi momento de creación ante todo”.
Además, la emprendedora produce su propio packaging para evitar el menor impacto ambiental, siendo reutilizable y proponiendo otras técnicas como la serigrafía, costura y grabado. “Cambiar la dimensión de la obra me invita a que salgan otras cosas”, remarca.
La futura joya es una idea que va tomando forma en las manos del artesano. A su propia forma de hacer, explica que trabaja mucho en serie. “Soy media fordista en cuanto a la producción. Cuantas más veces reproduzco la pieza, más perfecta logro hacerla para mí. Eso me genera mucha satisfacción. Llevo muchas lunas y montañas. Van mejorando, se van puliendo los detalles, y eso para la joyería es clave”.
Madre Selva marcó su huella en innumerables ferias y eventos. Actualmente se encuentra en la Feria del Paseo de Artesanos del Puerto, pero explica que este verano fue una prueba de fuego al interactuar directamente con el turista, contarles sobre su proyecto, y estar en el taller. Además, presenció festivales de música y ferias en Bariloche y San Martín de los Andes.
Asimismo, cuenta que la experiencia salió como esperaba: “En ambas ocasiones preparé todo con telas, espejo, maderas y plantas. Siendo un espacio bien Madre Selva que invita a cualquiera a acercarse por ahí”.
Con vistas a cumplir su próximo sueño, la emprendedora inhala la idea de disponer de una camioneta con taller móvil para moverse por diversos festivales que ofrece la Patagonia, mostrando su arte, y creando joyerías en cercanía con la naturaleza ya que asegura que eso le inspira, y que sin dudas, fluir en esos lugares será toda una hazaña.