Emprendedores locales: La virtud de la paciencia en las manos de “Azul Patagonia”

Lucía Boglioli le dedica días y horas enteras a la producción de piezas utilitarias de cerámica, sobre todo de vajillas. Se recibió de contadora pero desde pequeña estuvo en ella la inquietud por el arte, inspirándose en la naturaleza y en los tonos azules que identifican su marca.

 

Tornos, pastas, planchas de arcillas, pinceles y esmaltes son algunos de los materiales que engloban el espacio artístico de la emprendedora que siempre está en búsqueda constante en el terreno del color.

Desde pequeña siempre le llamó la atención la alfarería. Todos los años visitaba a una kermesse junto a su abuela, en donde había un señor con su torno que la hipnotizaba. A partir de ahí, despertaría en ella una nueva ilusión para vivir de ese oficio, pero en su ciudad natal no encontraba talleres para aprender de ello.

Es rosarina y contadora pero hace más de 10 años se mudó a Villa La Angostura, y hace poco más de un año decidió dar el salto, dejar de lado su profesión y comenzar con lo que más le apasiona.

Recién en Villa la Angostura tuvo su primer contacto con la arcilla, en un taller en la Casa de la Cultura, y cuenta que fue un viaje de ida. “Aprendí con diferentes maestros acá, siempre estaré muy agradecida con ellos y su gran generosidad. La idea de emprender con este oficio siempre estuvo, aunque no terminaba de animarme. Hasta que con mis pequeños ahorros me compré un torno y ahí comencé con Azul Patagonia”, relata en declaraciones a LA ANGOSTURA DIGITAL la ceramista angosturense.

Realiza piezas utilitarias, sobre todo vajilla. Por el momento trabaja con pastas que se compran preparadas pero asegura que más adelante cuando tenga su propio horno, comenzará a experimentar preparando sus propias pastas.

Además de crear piezas que a ella le gustan, también hace a pedido pero no al por mayor. La esencia de su emprendimiento es muy artesanal, y explica que también es porque le divierte ir variando las formas y diseños porque la repetición le aburre

En cuanto al proceso cerámico, Lucía cuenta que “se requiere mucha paciencia sobre todo porque hay que respetar los tiempos del material. Primero construyo las piezas a partir de la pasta en estado plástico, es decir húmeda. Existen diferentes técnicas, yo principalmente uso el torno alfarero, y algunas piezas las hago a partir de planchas de arcilla”.

Y detalla que: “Cuando la pieza está todavía húmeda pero firme, la pinto con engobes que preparo en mi taller. Son arcillas coloreadas con diferentes óxidos y pigmentos. Después casi siempre uso la técnica de esgrafiado sobre las piezas para generar una textura. Cuando la pieza está completamente seca y rígida al tacto, se hornea por primera vez”.

“Finalmente se coloca el esmalte, y la pieza vuelve al horno. En total el proceso lleva varios días desde que se prepara y amasa la arcilla, hasta que la pieza está terminada”.

En relación a lo estético, señala que la naturaleza siempre fue su fuente de inspiración. Esta artesana a veces sigue a sus dibujos y bocetos, pero muchas veces toma el pincel con delicadeza y la imagen del dibujo está en su cabeza. Dejándose llevar por el proceso mismo, varía las formas y a veces realiza diseños más abstractos hasta transformarlo en una estética personal.

Los colores varían de acuerdo a si las piezas están crudas, bizcochadas o esmaltadas. En el horno todo se transforma, por lo que ser paciente se vuelve un punto fundamental en este oficio para descubrir lo que nos espera del otro lado.

Y así es como la ceramista describe a su emprendimiento: “Este oficio tiene mucho para enseñar, empezando por el arte de la paciencia, pero también el taller y el proceso creativo generan un espacio de introspección muy valioso para mí. Es como un laboratorio personal. Es un espacio de aprendizaje para mí, no sólo en el terreno del oficio cerámico sino en lo humano, para la vida”.

A su vez, remarca que todas sus piezas son únicas, y desde su Instagram “Azul.patagonia”, se dedica a comercializar sus productos a través de la tienda online, o desde el Paseo de Artesanos que se encuentra en Avenida Arrayanes.

Y destaca que “gracias a una amiga que me invitó a compartir el puesto con ella, estoy desde hace casi un año en el Paseo de Artesanos del centro. Para mí lo lindo de estar presente en una feria es que es un punto de encuentro. Acá se da lo lindo de encontrarse, poder charlar, que me pregunten, contarles cómo es el proceso, y que tengan la pieza en sus manos antes de llevarla a su casa”.

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