Fue vecino de Villa la Angostura y hoy es el primer argentino en competir en el Mundial de Stol en Alaska

Ezequiel Parodi tuvo una casa de reparación de equipos electrónicos durante varios años en la primera cuadra de Belvedere, pero un día decidió mudarse a Tevelín y comenzar su vida de piloto. Hoy tiene una escuela de vuelo y es el primer argentino en competir en el “Valdez Fly-In”, la competencia de despegues y aterrizajes cortos más importante del mundo, que se realiza en Alaska.

Ezequiel “Queque” Parodi es uno de esos personajes que parecen vivir con el impulso permanente del viento. Nacido en la provincia de Buenos Aires pero profundamente patagónico por elección, vivió durante varios años en Villa La Angostura, donde trabajaba junto a su padre en la reparación de equipos electrónicos. Tenían un local modesto, ubicado casi al final de la primera cuadra de la calle Belvedere, donde la vida parecía transcurrir tranquila, hasta que un día decidió cambiarlo todo.

El llamado de la aventura y la pasión por volar lo llevó a mudarse a Trevelin, en la provincia de Chubut, donde dio sus primeros pasos en el mundo de la aviación. Allí realizó su curso de piloto privado, lo que sería apenas el comienzo de una carrera meteórica. Con esfuerzo, constancia y una marcada determinación, Queque se transformó en un referente indiscutido de la aviación de montaña, especializado en volar en regiones inhóspitas, de clima impredecible y vientos tan fuertes que ponen a prueba hasta al piloto más experimentado.

En 2018 obtuvo su licencia en el Aeroclub de Trelew y compró su primer avión, un Cessna 152. Con esa aeronave fundó su propia escuela de vuelo en Trevelin, donde hoy recibe a estudiantes de todo el mundo. Su enfoque es claro: formar pilotos con una experiencia intensa, personalizada y única, alejada del formato tradicional y masivo.

Una vida entre alas y nevadas

Su vínculo con la Patagonia fue inmediato y transformador. Al llegar de adolescente, descubrió en las montañas y la nieve una fuente de inspiración. Practicó snowboard con pasión, compitió en motocross, y siempre encontró una forma de conectar con la adrenalina del aire. Pero una lesión en un snowpark de La Hoya truncó su carrera en los deportes extremos, y lo empujó a buscar una nueva forma de “volar”. La aviación fue la respuesta.

Desde entonces, no dejó de moverse, siempre está volando o en algún rincón remoto, ya sea en la Patagonia o, más recientemente, en Alaska, donde hoy divide su tiempo entre vuelos, formación de pilotos, tareas de mantenimiento y hasta relaciones públicas. Además, colabora con John, un amigo que está construyendo un lodge en el que planean convertir aviones de gran porte en viviendas.

“Desde el lado de la aviación, Alaska es el mejor lugar del mundo. Es súper libre, se vuela un montón y está lleno de aviones. Hay un lugar cerca que tiene la mayor concentración de aeronaves del planeta, es increíble”, dice”Queque” con la emoción de quien vive lo que ama.

Bush Pilots: el nacimiento de un sueño

El concepto de vuelos de despegue y aterrizaje cortos (STOL, por sus siglas en inglés) lo atrapó desde el primer momento. Todo comenzó con un video que vio en YouTube llamado Push Pilots of Alaska, protagonizado por Paul Claus, un referente de este tipo de aviación. “Ese video me volvió loco. Me hizo entender lo que quería hacer con mi vida”, recuerda. Fue entonces cuando nació Patagonia Bush Pilots, su escuela en Trevelin, dedicada a este estilo de vuelo más rústico, intuitivo y desafiante.

Gracias a ese impulso, “Queque” dio el gran salto. El 30 de mayo del año pasado viajó a Estados Unidos, visitó una fábrica de aviones en Washington y le prestaron una aeronave para volar hasta California. Sobrevoló los cielos de Oregón y Nevada, hasta llegar a Valdez, Alaska, donde participó por primera vez en una de las competencias más prestigiosas del mundo en la categoría STOL.

Allí, se convirtió en el primer piloto argentino y sudamericano en formar parte del certamen, algo así como la “Copa del Mundo” del bush flying. Compitió en una categoría especialmente creada para el avión que utilizó, y aunque quedó descalificado por tocar la línea de aterrizaje, recibió dos reconocimientos: fue el piloto que más entrenó y el que llegó desde más lejos.

“No me imaginaba que esto iba a pasar. Lo veía tan lejano… pero fue una responsabilidad enorme. Me sentí como un jugador al ir a jugar un Mundial, aunque esto no tenga nada que ver con el fútbol”, dice con humildad.

De los Andes a Alaska: un puente de sueños

Queque está convencido de que la Patagonia es uno de los mejores lugares del mundo para aprender a volar. “Si aprendés a volar en Trevelin, podés volar en cualquier lugar del mundo”, asegura. A eso se suma un factor económico clave: un curso privado en Alaska puede costar hasta 50.000 dólares, mientras que en Trevelin ronda los 10.000. A eso le suma la calidad meteorológica del sur argentino y el estado de sus aeronaves.

Su sueño ahora es conectar ambos mundos. Y de a poco, lo está logrando. Gracias a sus gestiones y a la admiración que ha despertado en Alaska, varios jueces de la competencia de Valdez quieren participar en eventos organizados en Chubut. Cada vez más pilotos se interesan en cruzar el continente para experimentar el vuelo patagónico. “Mi sueño es generar un vínculo entre Alaska y la Patagonia, y siento que ya está sucediendo”, afirma con entusiasmo.

Una vida marcada por el riesgo

En 2023, Queque volvió a ser noticia cuando un viento descendente lo obligó a realizar un aterrizaje forzoso sobre la cumbre del cerro Plataforma, en Neuquén. Fue rescatado por un helicóptero, una operación que él mismo costeó, y que le significó un gasto de 26.000 dólares. “Son los riesgos de volar en estas condiciones. Pero forma parte del camino que elegí”, dice sin dramatismo, como alguien que ya aceptó que la aventura y el peligro son parte de la misma historia.

Hoy, Ezequiel “Queque” Parodi sigue volando, enseñando y soñando. Desde Trevelin hasta Alaska, ha trazado una ruta propia, marcada por la pasión, la audacia y la búsqueda constante de nuevos horizontes. La Patagonia lo cambió para siempre, y él, de alguna manera, está comenzando a cambiar la forma en que se vuela en ella.

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